sábado, 24 de abril de 2010

La historia de Paty Tacones


Paty Tacones, fue una de mis cómplices en mis épocas más salvajes de la vida, nos compartíamos todo: los vicios, la ropa, las adicciones, hasta los hombres (literalmente). Cuando quería salir a destruir el mundo y a sembrar pánico en las calles de mí ciudad, sabía que si nadie tenía ganas de salir, Paty Tacones como buen soldado, se aventaba a la granada, sin importar el donde, como, cuando, ni porque.

Los atuendos oficiales que usábamos, parecían una competencia de “Haber quien se ve más ramera”, mini shorts, mini faldas, todo lo que acabara en mini excepción de los tacones, esos si tenían que ser enormes. Mi querida Patricia le doy crédito en que siempre traías sus tacones muy lindos, muy putos, muy ella. Caminaba tan derechita, te la toparas en donde te la toparas, iba a traer tremendos zapatos. Que ejemplo de mujer.

Esta tarde, caminando por el centro me grito una mujer mi bello nombre, volteé y a primera instancia no la reconocí, la mujer caminaba semi corriendo a mí, sosteniendo bolsas del mandado, con 2 niños pequeños, el cabello mal recogido, una playera negra y unos tenis. La salude porque ya venía hacia mí, pero no fue hasta que dijo: “Soy Paty”, que supe quien era. Ni la sombra de lo que fue en sus épocas doradas.

Después de platicar un poco, ya es toda una señora casada, de esas que dicen: “Al cabo ya amarre, a dejar de ponerme bella, quiero ser un cerdo”, y lo logró. Triste la calavera de Paty Tacones, la verdad hubiera preferido no habérmela topado, y acordarme de ella, como era antes, con nuestras frases de borracho, conquistando hombres, metiéndonos a tuburios de mala muerte para poder comprar más pisto, de rumba hasta el amanecer. Igual y esos fueron otros tiempos y ya sea hora de colgar los tacones, madurar y ser un ejemplo para la sociedad.

Bueno no, un ratito más, que todavía les quedan mucha suela pa’ gastar.

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