lunes, 9 de abril de 2012


¿Para qué romper una promesa? Rompe sus cartas, su corazón, una pierna y de paso hasta el brazo si así quieres pero nunca tus palabras, porque esas hieren más que la espada, mueven montañas, abren mares y las piernas de varias doncellas.

Mejor finge que has muerto, miente y dime que ya hiciste otra vida, que ya no te gusta el café o que simplemente no vas a volver a comer más pan, o que no soportas mis cajetillas con tabaco mentolado, con eso te dejo sin volver atrás y hasta la llave te regreso.

Si no vas a cumplir lo que me dices, lo que le juras al amor y a Dios, entonces ni el amor, ni Dios y mucho menos yo te queremos en este Edén, en donde la verdad se oculta bajo el árbol y los pájaros pierden sus plumas, se mueren, mientras solo te alejas.

Cuando ya no vayas a hacer lo que dijiste y piensas derrumbar el castillo al cual ya le escogí hasta las margaritas que irán en la entrada, mejor de una vez pídeme que no te vuelva a besar y yo sabré alejarme de ti, como un niño que ha aprendido una lección después de romper un cristal y se le regaña por lo obvio, por lo que no debe volver a hacer pero por lo general, uno aprende más a romper que a reparar y este a sido nuestro caso, yo ya estoy muy rota y tu no eres mi descocido.