domingo, 16 de diciembre de 2012

La gran batalla del cinco de mayo


Supe que esto iba a terminar en el momento en el que me devolviste el libro que te presté hace meses. Ahora ya no había otra excusa para hablarte ¿Qué pudo haber sido mejor que buscarte por culpa de Juan Rulfo?

Recordé que el amor es ingrato y que los mejores besos son los que comienzan las historias memorables, de esas en las que piensas cuando cierras los ojos. Sentí coraje; por todo el tiempo que tus manos tuvieron que esperar para tocar mi cuerpo,  todas esas llamadas a cualquier hora del día, por las fotos que nos tomamos y  las que faltaron, por los kilómetros que tuvieron que ser recorridos a suspiros, por esa distancia que se recompensaba a besos. Sentí de nuevo el viento del mirador donde nerviosamente me pediste que fuera tu novia. Nuestras manos vuelven a estar solas.

Ahora, todas esas veces que mis dedos jugaron con tu cuello se fueron, son niños castigados, sin juguete, sin ti. Se perdió la batalla que se luchó para no ganar, sino para solo presumir las cicatrices.

A cerrar otro capitulo.  Creí sería el más largo, el más extenso y el que les contaría a las personas que alguna vez estuvieron tan pérdidas como yo; como uno de esos testimonios mediocres que uno siempre mira incrédulo en la televisión. Pues acabe igual que ellos, sino es que peor.

No soy como tú, ni como crees, en realidad pienso que aun no sé ni siquiera quien soy, si lo descubres eres afortunado, porque yo tengo una vida buscándome y aún no me encuentro. A lo mejor me faltó paciencia, pero a ti te faltó convicción, así que terminamos peor que como cuando comenzamos este dulce martirio.

Parece que hay personas que no se cansan de sufrir, de llorar, de sentirse miserables, yo vi eso y quise ser la que te extendiera sus brazos, la redentora salvadora, pero olvidé que muchas veces las personas no quieren ser rescatadas de sus espinas, ya que piensan que solo así nacen las rosas.

Era una mujer enamorada que dejó de sentirse amada. De repente abrí mis ojos y ya no fui tan necesaria como una taza de café en las mañanas o tan relajante como un cigarro. A final de cuentas lo que quería era que un día despertaras y te sintieras con la horrenda y desesperante necesidad de tenerme, a un lado, arriba, abajo o como sea, pero nunca llegó y me canse de esperar por la lluvia, solo vi pasar nubes. Lo entendí, porque a final de cuentas, que te rompan el corazón duele, pero que lo hagan lento es lo que cala...


Pero no te devuelvo tus besos…