domingo, 8 de agosto de 2010

queriendo lo que no encuentro



Siempre buscamos algo. Bueno, malo, feo o regular, siempre buscamos algo en esta vida, porque lo que tenemos nos aburre y lo que se fue lo extrañamos. Buscamos alguien, o nos escondemos de todos, tenemos miedo de lo que no conocemos, tenemos miedo de que nos conozcan, parece que nunca estamos satisfechos. Insaciables perpetuamente, con la gente, con la vida, con nosotros mismos, incluso nos atrevemos a exigir a las deidades lo que no nos han dado o amenazamos con el pecado.

Si me he de ir al infierno que sea por algo bueno, total que ya estamos condenados todos, viviendo en este mundo que algunas veces no es más que una mierda, un limbo de tierra y rosas, sin olor, ni sabor, incolora como el agua, pero dejándote muchas veces un sabor pútrido en el paladar, en la espina dorsal, en el hígado y hasta en las rodillas.

En estos días me estoy buscando pero no me encuentro ni la sombra. He perdido un poco de mi mojo, creo que una gran parte de él ha sido robado por esos bandidos que me gusta llamar amantes. Ellos vienen de noche y se van con el alba, no me desagradan, si se van es porque lo pido; pero solo les ruego como única condición, que no me lleven con ellos, ni que se lleven nada de mí. Parece ser que no me han hecho caso esos bastardos.

Desde hace tiempo me propuse dejar de pensar en ti, me propuse ser buena, dejar de fumar y hace como media hora fumaba tan a gusto. Soy una pésima mentirosa porque ni yo me la creo y porque termino haciendo lo que me prohibí; no hago caso ni a mí yo interno.

Debería de dormir pero quiero, tantas cosas que debería de hacer pero solo me quedo sentada, pensando en quien no piensa en mí y olvidando a los que me recuerdan, una y otra vez como segundero de reloj, solo dando vueltas, perdiéndome en un espiral y encontrándome de nuevo, a mí y a mis demonios, los extrañaba porque son buenos conmigo y orientan mi imbecilidad (tenía ganas de usar esa palabra).

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