lunes, 16 de agosto de 2010

Su lechita y a dormir


Cuando tenía la tierna edad de 7 u 8 años, mi querida abuela Bertha se obsequió un libro con muchos cuentos. Mi favorito era el de la liebre y la tortuga, donde el conejo se quedaba dormido y la tortuga ganaba porque nunca se rindió.

Está noche soy una liebre, del tipo universitario, tengo miles de pendientes y la señorita se la paso chupando el fin de semana, escuchando buenas bandas mexicanas, asándose bajo el sol del norte, y besando a un desconocido conocido.

Tengo que tener mi tesis lista y sigue igual de inerte que yo, solo siento escuchar el abanico de mi cuarto y vago por el internet y por los pensamientos, en todo estoy menos en lo que debería.

Creo que temo dar el último paso en mi escuela. Años de sacrificios se ven resumidos a esta semana, a estas decisiones; mismas que estoy queriendo evadir, mi poder de concentración se fue a explorar tierras lejanas, y se llevo consigo mi paciencia y mis ganas de trabajar, porque de plano no las encuentro. Las busqué abajo de la cama porque a veces se esconden ahí y atrás de la puerta y no hay nada. Completamente sola y con decisiones serias que deben de ser tomadas. Que miedo...

Me veo en el espejo que está a un lado de mi escritorio y veo a una mujer que no tiene ganas ni de pensar, este día soy alérgica a mi teclado, a las responsabilidades y a esos pantalones de mezclilla con unas pinzas raras que vi en un aparador.

Hoy quiero volver a ser una niña y escuchar historias que pienso que no son reales. No me vas a ganar tortuga, simplemente hoy no quiero competir.

Tal vez necesite una vitamina con tú nombre y tu cara en la cajita, pequeñas dosis que no matan ni envenenan, pero que te baja las bragas despacito y con cautela, no me vaya yo a enojar.

[No respondo
si muerdo]

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