martes, 4 de mayo de 2010

El principio del fin

Aún recuerdo la primera vez que me enseñaste a rezar, yo era una nueva musulmana, y tenía que tomar un baño porque acababa de ser tuya.

Estaba húmeda y desnuda con la regadera mojando mi espalda con suaves gotas que recorrían mi cuerpo. Ahí estabas tú, yo, nosotros. Te pusiste a mi lado; sin desvestirte y comenzaste a susurrar en turco una oración dirigida a Alá, que yo debía de repetir. Recuerdo que cerré mis ojos y sentí tu aliento.

Fue uno de los momentos más eróticos que he vivido en mi vida. Tú solamente tomaste mi mano mientras mi piel se enchinaba, podía sentir como se erizaba cada uno de mis vellos con tu voz. Quería besarte pero no lo hice, y creo que hasta cierto punto tú también querías hacerlo.

Este día, no sé por qué razón o motivo recordé eso, de repente viaje en el tiempo hasta ese momento, me sentí feliz, con mi piel poniéndose chinita; otra vez casi pude escuchar el agua de la regadera correr de nuevo, como si estuviera ahí, después me puse triste porque solo es el pasado y porque ya lo había olvidado.

No me gusta enterrar los buenos recuerdos, pero algunas veces por desgracia, se van junto con los malos, a veces parece que uno solamente se quiere liberar de todo y dejamos ir cosas lindas que pudieran vivir en nuestra memoria, no para torturarnos, solamente para saber que hemos pasado momentos agradables. Hoy lo recordé y espero que tú no lo olvides. Solo quería decírtelo.

2 comentarios: