domingo, 10 de febrero de 2013

La cuenta del 2012 y otros cuentos



Otro año más huyó de mis brazos y honestamente no siento que me haya dejado mucho. Comencé el 2013 luciendo como una reina muy ebria vestida de leopardo y llorando, pero lo bonito es que conté con un hombro para llenar de mocos y hasta una pestaña postiza de trofeo se llevó de la "mágica" velada, donde los "ahorita voy" nunca llegaron.

He callado mucho, pero creo que es una redundancia, una situación cíclica que no parece tener principio, en la cual aparentemente no hay fin. Parece ser una renuncia y un duelo, un comienzo que se demora.

De todas las personas de las que me pude enamorar, lo tuve que hacer de un discapacitado emocional, la mujer que vomita sus palabras sin ton ni son, peor combinación no puede haber y aún así no nos dejamos. La necia conoció al obstinado y viceversa. Pero como lo quiero.

Pero como para un corazón de mazapán como el mío bastan unas mordiditas para romperle un cachito, seguimos el año con viejos problemas, como una amante de cuarta, pero ahora con varias faldas, escotes, pero desgraciadamente no las mías. No sé qué pasa con los hombres, no pueden ver un par de piernas porque ya las quieren en sus hombros.

No saben lo que quieren, pero no les importa lo que nosotras queremos. Lo que pasa es que ellos se enamoran de lo que ven, mientras que nosotras de lo que escuchamos. Por mienten mienten y nosotras usamos maquillaje.

Dicen que lo bueno tarda en llegar, pero siento que a veces me quitan tan fácil la nubecita en la que me gusta dormir en ratos, me hacen falta cariñitos. Sigo esperando que el hielo se derrita, pero es difícil con tanta indiferencia, el peor y más lento veneno del amor.

A veces me siento como la mujer maravilla, pero hoy soy la mujer invisible. Triste y enferma, 3 inyecciones, mucha tos, muchos kleenex y un moretón en una pompi. 

Solo hazme feliz, yo me encargo del resto...



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