domingo, 16 de diciembre de 2012
La gran batalla del cinco de mayo
sábado, 8 de septiembre de 2012
El más buscado...
domingo, 2 de septiembre de 2012
¿Cómo no te voy a querer?
jueves, 30 de agosto de 2012
Muero, pero no olvido...
lunes, 9 de abril de 2012
¿Para qué romper una promesa? Rompe sus cartas, su corazón, una pierna y de paso hasta el brazo si así quieres pero nunca tus palabras, porque esas hieren más que la espada, mueven montañas, abren mares y las piernas de varias doncellas.
Mejor finge que has muerto, miente y dime que ya hiciste otra vida, que ya no te gusta el café o que simplemente no vas a volver a comer más pan, o que no soportas mis cajetillas con tabaco mentolado, con eso te dejo sin volver atrás y hasta la llave te regreso.
Si no vas a cumplir lo que me dices, lo que le juras al amor y a Dios, entonces ni el amor, ni Dios y mucho menos yo te queremos en este Edén, en donde la verdad se oculta bajo el árbol y los pájaros pierden sus plumas, se mueren, mientras solo te alejas.
Cuando ya no vayas a hacer lo que dijiste y piensas derrumbar el castillo al cual ya le escogí hasta las margaritas que irán en la entrada, mejor de una vez pídeme que no te vuelva a besar y yo sabré alejarme de ti, como un niño que ha aprendido una lección después de romper un cristal y se le regaña por lo obvio, por lo que no debe volver a hacer pero por lo general, uno aprende más a romper que a reparar y este a sido nuestro caso, yo ya estoy muy rota y tu no eres mi descocido.
domingo, 4 de marzo de 2012
El caballerito
Me marcó tres veces para negociar nuestra primera salida. Luego de varios “no sé” y muchos “vamos a vernos otro día” accedí. Me puse guapa y me regaló 15 minutos más para estar lista, se encargó de que mi mano siempre tuviera un vaso lleno de whiskey y en todo momento me abría las puertas, luego dejó de ser un caballero, justo en el momento en el que yo me olvidé de ser una dama.
Varios tragos después, algunas caricias robadas y uno que otro roce de mano, me atacó por sorpresa. Me acechó, me tomó de la cara y me atropelló a besos. Poco a poco se fue apoderando de mi cuerpo hasta terminar en una cama ajena. Éramos tan solo un par de desconocidos que comenzaron a conocer cada centímetro de una piel que nunca les perteneció.
Minutos después, el joven en cuestión comenzó a desnudarme. De manera rápida pero con cuidado, como un niño que abre sus regalos en Navidad. Lentamente, minuciosamente, afectuosamente y se quedó mudo. Se limitó a observarme y a tocar con sus labios cada parte de mí, a explorarme impaciente, ahí estaba yo para él sólito, sin ropas que ocultaran lo que muchas veces fantaseó. Descubrió mis piernas y a donde conducen, besó mis tatuajes tantas veces que casi los borra. Me adoró, me hizo suya y yo lo dejé, aunque sea unos minutos.
Una vez terminado el acto, como cualquier hombre menor actuó por instinto y dijo que me quería ver de nuevo, que la siguiente semana me quería robar, me habló de todo lo que íbamos a experimentar y el sinfin de veces que tendríamos coito. Sin embargo, personalmente pienso que debería de ser ilegal pedirle a una mujer una segunda cita antes de ponerse de nuevo su brasier, me agarró desarmada, frágil y vulnerable.
¿Quién hubiera pensado que debajo de esos lentes, los pantalones de vestir y la formalidad se encontraba un ser sin modales, primitivo y que sepa servir alcohol? Me gustó y como he aprendido a esperar también sé cuando se debe de tomar algo sin pedir permiso ni esperar explicaciones, ya que uno no puede forzar lo que no quiere encajar, así que dejemos que los vientos del mes despeinen mi cabello y uno que otro amante de camastro que sepa servirme alcohol.
jueves, 23 de febrero de 2012
¿Cómo te voy a llamar esta noche?
Leer tu cuerpo como si fuera braille y usar mis labios como si fueran dedos, eso quiero. Tanta espera de ti, de tu piel, de tus brazos y anhelar que me envuelvas como un abrigo que quiero usar hasta cuando haga calor y los niños jueguen en la calle con globos de agua en ropa de verano.
El tenerte y haberte tenido desde hace tanto tiempo, el que seas el tesoro que uno se encuentra después de años de haber perdido algo en la recamara, ese billete olvidado en mi bolsa, el que uno descubre cuando siente que ya no hay nada nuevo para uno.
Yo solo sonrío, aguardo, tontamente lo hago. Me despido de los amantes de una noche, de las sabanas de motel baratas y de los tragos ocasionales, con risas falsas en lo que se paga la cuenta para ir a una habitación a la cual no volveré, pero a la que siempre regresaba por el gusto de olvidarte.
Ahora los placeres son otros, la intriga de tus ojos, el buscar de qué sabor serán tus manos y como de la noche a la mañana, decidí ser tuya y que tú fueras mío, siendo que nunca fuimos ajenos a las palabras cursis y trilladas que describe Neruda y que tanto adoran las tarjetas que venden en cualquier supermercado.
Amo tu ausencia, tus silencios, la forma en que dices mi nombre y el como las letras pierden sentido cuando las dedico a tu voz.